Naranjas verdes
Julio había despedido al último de los invitados de aquella noche y después de cerciorarse de que todas las ventanas estuviesen abiertas vació en el bote de basura de la cocina el contenido de los ceniceros que contenían los sobrantes de la finalizada reunión de este viernes y con pasos lentos se dirigió a su recamara. En el bote, las cenizas y las bachas, concentradas de cannabis, cayeron entre los desperdicios del día que en el fondo se mezclaron con el dulce jugo de las mitades de naranjas que por la mañana habían sido parte del desayuno familiar.
Con pasos rápidos y ligeros atravesando un pequeño agujero detrás de la estufa, una cucaracha asomó sus antenas que se movían casi con impaciencia por recorrer aquel inmenso territorio lleno de agradables bocados, y después de estirar con aires de monarca sus alas un par de veces comenzó el recorrido de su reino. Un paseo a lo largo de los quemadores, siempre las gotas de grasa sirven para ir abriendo el apetito. Un descenso por el fregadero, que siempre era bien recompensado por las sobras de la comida pegadas a los platos. Y finalmente, el plato fuerte la esperaba en el bote de basura, así que casi sin tocar la superficie con las patas llegó a un palo de escoba que estaba perfectamente colocado a manera de puente entre la tabla para picar y el regordete y casi sonriente bote, una vez a la mitad del camino, un pequeño salto la llevó hasta su meta.
Es bien sabido que los espacios pequeños y oscuros son, para estos singulares insectos, puertas a nuevas cámaras llenas de sorpresas, así que como si recorriese los tiros de una húmeda y tibia mina, no tardó en llegar al fondo en dónde sabía que encontraría un sabroso extracto que resumiría en un par de sorbos el contenido de todos los manjares ahí depositados. Un tanto mareada pero satisfecha decidió recostarse en el mullido interior de una mitad de naranja, pronto se sintió envuelta por el dulce aroma de la naranja, y olvidó que había decidido recostarse, aquel olor la incitaba como nunca antes a saborear las dulces paredes de lo que hacía unos momentos había sido su lecho. Se sentía pesada. Tenía ganas de hacer tantas cosas a la vez, que no terminaba de hacer una. Pensó en estirar sus alas y comenzar el regreso, pero antes de volverlas a plegar lo olvidó, así que sólo pudo regresar una a su lugar, y cual velero perdido en la inmensidad de las paredes del bote azul comenzó a subir. Una vez en la cima se detuvo a observar su mundo, y sonrió orgullosa. Aquel lugar era enorme a través de sus ojos, y ella justo en medio del Todo, podía disponer de cada objeto y cada criatura que allí se encontrara. Dirigió su mirada al suelo y observó confusa un hilo que se movía en línea recta, dio un paso desde lo alto del bote, y al tener extendida una de sus alas dio rápidas vueltas por el aire sobre su eje y cayó bruscamente al suelo. Confundida comenzó a caminar hacia el hilo que se movía a un par de centímetros de dónde había caído, pero olvidaba el orden en el que debía mover sus patas, por lo que le pareció una eternidad el tiempo en el que llegó, haciendo eses, a donde pretendía. Observó que lo que desde las alturas le había parecido un hilo, se trataba de una caravana de hormigas que llevaban a cuestas pequeños granos de azúcar, esto le pareció insultante, finalmente era su reino y nadie la había consultado al respecto, por lo que no pensó dos veces en pisarlas a todas, situación que, al no tener completo dominio sobre sus pasos, le resultó más que difícil. El congregado de hormigas se dispersó en todas direcciones alrededor de ella, situación que la llenó de angustia, claramente identificaba las risotadas de las hormigas que se burlaban de su torpeza, se sentía confundida y con mucha hambre, trató de olvidarse de aquel vergonzoso suceso y como pudo caminó hasta una nada despreciable migaja de pan que tragó desesperada, finalmente el cansancio la venció y se echó sobre sus alas. La luz del día la despertó y mientras con un letargo enorme estiraba cada una de sus patas no se dio cuenta de que el pie de Julio le volvería a tapar la luz.
Con pasos rápidos y ligeros atravesando un pequeño agujero detrás de la estufa, una cucaracha asomó sus antenas que se movían casi con impaciencia por recorrer aquel inmenso territorio lleno de agradables bocados, y después de estirar con aires de monarca sus alas un par de veces comenzó el recorrido de su reino. Un paseo a lo largo de los quemadores, siempre las gotas de grasa sirven para ir abriendo el apetito. Un descenso por el fregadero, que siempre era bien recompensado por las sobras de la comida pegadas a los platos. Y finalmente, el plato fuerte la esperaba en el bote de basura, así que casi sin tocar la superficie con las patas llegó a un palo de escoba que estaba perfectamente colocado a manera de puente entre la tabla para picar y el regordete y casi sonriente bote, una vez a la mitad del camino, un pequeño salto la llevó hasta su meta.
Es bien sabido que los espacios pequeños y oscuros son, para estos singulares insectos, puertas a nuevas cámaras llenas de sorpresas, así que como si recorriese los tiros de una húmeda y tibia mina, no tardó en llegar al fondo en dónde sabía que encontraría un sabroso extracto que resumiría en un par de sorbos el contenido de todos los manjares ahí depositados. Un tanto mareada pero satisfecha decidió recostarse en el mullido interior de una mitad de naranja, pronto se sintió envuelta por el dulce aroma de la naranja, y olvidó que había decidido recostarse, aquel olor la incitaba como nunca antes a saborear las dulces paredes de lo que hacía unos momentos había sido su lecho. Se sentía pesada. Tenía ganas de hacer tantas cosas a la vez, que no terminaba de hacer una. Pensó en estirar sus alas y comenzar el regreso, pero antes de volverlas a plegar lo olvidó, así que sólo pudo regresar una a su lugar, y cual velero perdido en la inmensidad de las paredes del bote azul comenzó a subir. Una vez en la cima se detuvo a observar su mundo, y sonrió orgullosa. Aquel lugar era enorme a través de sus ojos, y ella justo en medio del Todo, podía disponer de cada objeto y cada criatura que allí se encontrara. Dirigió su mirada al suelo y observó confusa un hilo que se movía en línea recta, dio un paso desde lo alto del bote, y al tener extendida una de sus alas dio rápidas vueltas por el aire sobre su eje y cayó bruscamente al suelo. Confundida comenzó a caminar hacia el hilo que se movía a un par de centímetros de dónde había caído, pero olvidaba el orden en el que debía mover sus patas, por lo que le pareció una eternidad el tiempo en el que llegó, haciendo eses, a donde pretendía. Observó que lo que desde las alturas le había parecido un hilo, se trataba de una caravana de hormigas que llevaban a cuestas pequeños granos de azúcar, esto le pareció insultante, finalmente era su reino y nadie la había consultado al respecto, por lo que no pensó dos veces en pisarlas a todas, situación que, al no tener completo dominio sobre sus pasos, le resultó más que difícil. El congregado de hormigas se dispersó en todas direcciones alrededor de ella, situación que la llenó de angustia, claramente identificaba las risotadas de las hormigas que se burlaban de su torpeza, se sentía confundida y con mucha hambre, trató de olvidarse de aquel vergonzoso suceso y como pudo caminó hasta una nada despreciable migaja de pan que tragó desesperada, finalmente el cansancio la venció y se echó sobre sus alas. La luz del día la despertó y mientras con un letargo enorme estiraba cada una de sus patas no se dio cuenta de que el pie de Julio le volvería a tapar la luz.
3 Comments:
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No hay que dejarse empalagar con las cosas dulces y bajar la guardia. Atte. El nombre que elijas.
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